En este apartado de nuestro boletín publicamos
el interesante artículo de la Dra. Marianella Herrera Cuenca, Nutricionista e investigadora
de la Fundación Bengoa y del Cendes-UCV. Este artículo fue publicado en Tal
Cual, el 30 de enero de 2018
Del premio de la FAO al reconocimiento de Unicef
Marianella
Herrera-Cuenca|@mherreradef

Quienes en ese año estuvimos involucrados en el
reclamo, documentado en Anales Venezolanos de Nutrición, sentimos algo
así como haber sido testigos de lo que Gabriel García Márquez llamaría: Crónica
de una muerte (por desnutrición) anunciada.
Para
que el lector entienda lo del indicador: yo puedo muy bien comprar una caja de
chocolates y la pongo en la mesa de la cocina de mi casa, y puedo asumir que
mis hijos comieron chocolates, pero no necesariamente es así, alguno pudo
tomarla y regalarla a la novia(o). Pero allí estaba la caja de ellos, y
asumimos que cada uno comió su porción de chocolates.
Es como pensar que por el hecho de tener alimentos
la gente los ha consumido, no todo lo que está disponible, llega al estómago.
En el año 2011-12 ocurrió un evento que pasó a la historia como Pudreval, entre
otros, ¿recuerdan?
Se
entendió entonces ¿por qué la disponibilidad de alimentos no es necesariamente
un buen indicador que la población está adecuadamente bien nutrida?

Hubo
quien no creyó en la pérdida del poder adquisitivo de los hogares venezolanos
impidiendo que una alarmante mayoría no tuviera dinero para comprar los
alimentos más básicos (Encovi 2014, 15 y 16). Mi mente de investigadora
requiere estadística, la tengo. Encovi trabaja con un muestreo aleatorio,
representativo nacional, por cuotas, por ciudades grandes, medianas, pequeñas y
caseríos. El doloroso 93% de
hogares que no tienen ingresos para comprar alimentos está allí y lo primero
que hay que hacer para proteger la seguridad alimentaria de un hogar, es
proteger su ingreso real, el que garantiza el poder adquisitivo.
Luego
de varios largos años de deterioro y dolorosa miseria, los organismos
internacionales comienzan a preocuparse. En un principio llamó profundamente la atención el silencio
epidemiológico de la OPS ante la epidemia de difteria. Hasta que no hubo una
verdadera alarma no publicó nada en su web. También llamó la atención el
informe de seguridad alimentaria de la FAO-OPS del 2016 con data de indicadores
de mortalidad infantil de 2009, la publicación de una tabla donde se reporta el
índice inflacionario de los alimentos de la región donde Venezuela aparecía con
un 253% de inflación solo seguido por Haití con un 20%, sin hacer referencia a
ello en el texto.
Luego
en 2017, admite más de 4 millones de personas subnutridas en Venezuela. Se
podía haber realizado prevención y no se hizo, se podían haber evitado muertes
de niños, de madres, de abuelos, pero el silencio pudo más.
Uno
se pregunta ¿para qué sirve un indicador de salud, de nutrición?
Sirve para hacer seguimiento del mismo, si es que mis profesores de
epidemiología están en lo cierto. El texto clásico de epidemiología de Ann
Ashengrau, a quien tuve el honor de tener como profesora, hace hincapié en el
seguimiento y también hace énfasis en determinar los cambios, los que indican
mejoría y los que indican deterioro. Los indicadores no solo son un número, son una tendencia.

El costo de la crisis ha sido muy alto, el costo de no reconocer los problemas públicos continúa siendo extremadamente doloroso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario