En este apartado de nuestro boletín publicamos
el interesante artículo de la Dra. Marianella Herrera Cuenca, Nutricionista e investigadora
de la Fundación Bengoa y del Cendes-UCV. Este artículo fue publicado en Tal
Cual, el 30 de enero de 2018
Del premio de la FAO al reconocimiento de Unicef
Marianella
Herrera-Cuenca|@mherreradef
En
el año 2012, ante el reconocimiento positivo que otorgó la FAO, por el
“cumplimiento anticipado” de la meta milenio correspondiente a la disminución
del índice de subnutrición en Venezuela, un grupo de instituciones: el Centro
de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela
–Cendes-UCV- la Fundación Bengoa para la Alimentación y Nutrición, el Colegio
de Nutricionistas Dietistas de Venezuela, el Observatorio Venezolano de la
Salud, pedimos una audiencia en la oficina de la FAO en Caracas, con el objeto
de explicar nuestra divergencia con el reconocimiento otorgado en aquella
oportunidad. No estuvimos de acuerdo con la aseveración de que en Venezuela
hubiese ocurrido una disminución de la sub-nutrición, tomando como base un
indicador de disponibilidad de calorías por persona/día.
Quienes en ese año estuvimos involucrados en el
reclamo, documentado en Anales Venezolanos de Nutrición, sentimos algo
así como haber sido testigos de lo que Gabriel García Márquez llamaría: Crónica
de una muerte (por desnutrición) anunciada.
Para
que el lector entienda lo del indicador: yo puedo muy bien comprar una caja de
chocolates y la pongo en la mesa de la cocina de mi casa, y puedo asumir que
mis hijos comieron chocolates, pero no necesariamente es así, alguno pudo
tomarla y regalarla a la novia(o). Pero allí estaba la caja de ellos, y
asumimos que cada uno comió su porción de chocolates.
Es como pensar que por el hecho de tener alimentos
la gente los ha consumido, no todo lo que está disponible, llega al estómago.
En el año 2011-12 ocurrió un evento que pasó a la historia como Pudreval, entre
otros, ¿recuerdan?
Se
entendió entonces ¿por qué la disponibilidad de alimentos no es necesariamente
un buen indicador que la población está adecuadamente bien nutrida?
Ahora
bien, los signos del deterioro del estado nutricional de la población, venían
develándose poco a poco, al principio fue muy difícil recopilar data, realizar
las investigaciones, pero se hizo, y se hizo bien. El monitoreo de escuelas, el
monitoreo de los sistemas de misiones, las mediciones de seguridad alimentaria,
la publicación de artículos arbitrados en revistas de alta calidad científica
se hizo, con esfuerzo, con pocos recursos, pero se hizo. Ahí están, léanlo señores de las agencias
internacionales.
Hubo
quien no creyó en la pérdida del poder adquisitivo de los hogares venezolanos
impidiendo que una alarmante mayoría no tuviera dinero para comprar los
alimentos más básicos (Encovi 2014, 15 y 16). Mi mente de investigadora
requiere estadística, la tengo. Encovi trabaja con un muestreo aleatorio,
representativo nacional, por cuotas, por ciudades grandes, medianas, pequeñas y
caseríos. El doloroso 93% de
hogares que no tienen ingresos para comprar alimentos está allí y lo primero
que hay que hacer para proteger la seguridad alimentaria de un hogar, es
proteger su ingreso real, el que garantiza el poder adquisitivo.
Luego
de varios largos años de deterioro y dolorosa miseria, los organismos
internacionales comienzan a preocuparse. En un principio llamó profundamente la atención el silencio
epidemiológico de la OPS ante la epidemia de difteria. Hasta que no hubo una
verdadera alarma no publicó nada en su web. También llamó la atención el
informe de seguridad alimentaria de la FAO-OPS del 2016 con data de indicadores
de mortalidad infantil de 2009, la publicación de una tabla donde se reporta el
índice inflacionario de los alimentos de la región donde Venezuela aparecía con
un 253% de inflación solo seguido por Haití con un 20%, sin hacer referencia a
ello en el texto.
Luego
en 2017, admite más de 4 millones de personas subnutridas en Venezuela. Se
podía haber realizado prevención y no se hizo, se podían haber evitado muertes
de niños, de madres, de abuelos, pero el silencio pudo más.
Uno
se pregunta ¿para qué sirve un indicador de salud, de nutrición?
Sirve para hacer seguimiento del mismo, si es que mis profesores de
epidemiología están en lo cierto. El texto clásico de epidemiología de Ann
Ashengrau, a quien tuve el honor de tener como profesora, hace hincapié en el
seguimiento y también hace énfasis en determinar los cambios, los que indican
mejoría y los que indican deterioro. Los indicadores no solo son un número, son una tendencia.
Haber sido testigos del deterioro profundo para
demostrar la crisis, ha sido terrible. Ha sido cruel e inhumano. Gracias a Fundación
Bengoa ya sabíamos que en estudios puntuales en población rural en el año 2011
podíamos ver 34% de desnutrición crónica en niños de edad escolar. Hoy en
día gracias a Caritas sabemos que existe un terrible 14.5% de niños vulnerables
atendidos por la organización en verdadero riesgo por estar desnutridos de
forma aguda. ¿Había necesidad de llegar a ello? El ex secretario general de la
ONU Ban Ki Moon, en 2013 tomó una iniciativa llamada “Derechos Humanos Primero”
donde el personal en terreno local de las agencias del sistema de Naciones Unidas
tenía el deber de notificar lo que veía, con la finalidad de brindar protección
a la población civil. En Venezuela, al menos hasta donde he investigado, eso no
ocurrió, si me equivoqué y no lo vi, avisenme soy de las que me gusta
rectificar. Tuvo que reportarse un gran deterioro, para que la comunidad
internacional estuviera al tanto.
El costo de la crisis ha sido muy alto, el costo de no reconocer los problemas públicos continúa siendo extremadamente doloroso.
El costo de la crisis ha sido muy alto, el costo de no reconocer los problemas públicos continúa siendo extremadamente doloroso.
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